Columna de opinión de Andrea García, directora nacional de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa)
El debate reciente sobre la competitividad agrícola en América Latina ha vuelto a instalar una pregunta clave: ¿en qué posición se encuentra Chile dentro de un sector global que cambia aceleradamente? La respuesta exige mirar más allá de titulares coyunturales y observar el contexto internacional. Hoy, la agricultura y las cadenas de suministro operan bajo crecientes tensiones geopolíticas, nuevas barreras no arancelarias, y la presión simultánea de la crisis climática, hídrica y de biodiversidad. Aun así, o precisamente por ello, Chile ha sabido construir un liderazgo sólido en los mercados globales, combinando calidad, cumplimiento regulatorio y una estrategia exportadora basada en sostenibilidad.
En el ámbito frutícola, nuestro sello histórico, Chile continúa siendo uno de los actores más relevantes del hemisferio sur. En frutas frescas y frutos comestibles , Chile se mantiene como segundo mayor exportador de América Latina y el Caribe, con envíos que alcanzaron a más de US$ 8.2 millones en 2024, por encima de Perú y solo detrás de México.
En productos pecuarios, un segmento muchas veces menos visible, Chile también ocupa un lugar estratégico. En el comercio regional de carnes , Chile se ubica entre los cuatro principales exportadores de América Latina, integrado en un grupo reducido de países con acceso sanitario a mercados de alto estándar. De forma similar, en lácteos , aunque no lideramos el ranking regional, Chile se sitúa como sexto mayor exportador de lácteos de América Latina y el Caribe, detrás de Argentina, Uruguay, México, Brasil y Nicaragua, pero por encima de Costa Rica y Perú.
XEl sector forestal confirma esta trayectoria. Respecto a la madera, manufacturas y celulosa y pastas de madera , Chile es el segundo exportador más importante de América Latina, superado solo por Brasil.
Este es, en definitiva, el lugar donde estamos: un país que compite en los mercados más sofisticados del mundo, que aporta estabilidad a las exportaciones regionales y que sostiene su posición no por volumen, sino por calidad, cumplimiento y visión estratégica. Para Chile y para nuestra agricultura, el desafío no es imitar modelos ajenos, sino profundizar el propio: fortalecer la innovación aplicada, acelerar la transición sostenible, desarrollar políticas públicas con enfoque territorial y acompañar a productores y productoras en los cambios que exige el comercio global.
América Latina tiene hoy una oportunidad histórica de consolidarse como un bloque proveedor de alimentos y materias primas sostenibles. Chile ya es un referente dentro de ese mapa. Y en un mundo donde los estándares son cada vez más estrictos, nuestra mayor fortaleza seguirá siendo la misma: un sector silvoagropecuario que combina calidad, resiliencia y una institucionalidad creíble, capaz de abrir puertas en cualquier mercado del mundo.










