Slow Food destaca conservación de semillas en el Día de la Diversidad Biológica, con experiencias desde Cuba, Sudáfrica y Rumanía.
Según la FAO, la diversidad genética es clave para crear sistemas agroalimentarios más resilientes que soporten desafíos como los cambios en los patrones climáticos. Dado que el 80% de los alimentos que consumimos son de origen vegetal, la conservación de una amplia gama de materiales genéticos permite a los agricultores cultivar cosechas y variedades adaptadas a sus entornos locales, mejorando la seguridad alimentaria y sus medios de vida.
Dado que el mundo se enfrenta a una situación de hambre, malnutrición y pobreza extendidas por todo el mundo, acentuadas por la pérdida de biodiversidad, las crisis climáticas, la degradación de tierras y los conflictos, existe una necesidad urgente de detener la pérdida de los recursos genéticos que apoyan los sistemas agroalimentarios. Aunque el número de materiales almacenados ex situ (en bancos frigorífcos) parece tranquilizador, la realidad es que alrededor del 20% de las semillas recolectadas tendrían que regenerarse para garantizar su germinabilidad y que, a menudo, suele faltar información sobre las almacenadas. Además, el conocimiento tradicional relacionado con las semillas no suele documentarse.
Diversidad agrícola
«En muchos países no existen políticas dedicadas a la diversidad agrícola en el campo o no implican adecuadamente a todas las partes interesadas. No obstante, en los 128 países que contribuyeron al informe de la FAO se dio a conocer la presencia de sistemas de semillas informales formados por agricultores y comunidades locales que desempeñan un papel central en la conservación de biodiversidad agrícola y en la defensa de los derechos de los agricultores. Necesitamos un marco legal que pueda sostener y hacer crecer la agroecología, que ofrece un camino para la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles. También buscamos el apoyo de las instituciones a todos los niveles, para contrarrestar el grave riesgo que corre la seguridad alimentaria mundial» comenta Edward Mukiibi, presidente de Slow Food , quien se llama a sí mismo «agricultor de semillas». «De hecho, los sistemas de producción industrial destruyen la biodiversidad agrícola ya que al reducir la diversidad vegetal, hacen que los ecosistemas sean más vulnerables, poniendo así en riesgo nuestro alimento y nuestro futuro. También requieren un uso intensivo de químicos que contaminan el medioambiente y que causan una pérdida de resiliencia de sistemas agrícolas. Podemos alimentar a las personas si las animamos a cultivar sus productos locales».
La red de activistas de Slow Food en el mundo está luchando contra la pérdida de biodiversidad agrícola guardando, intercambiando y cultivando semillas tradicionales. Estos son solo algunos de los testimonios de mujeres, agricultores y activistas que han hecho de esta batalla una gran parte de sus vidas.
Cuba
Leidy Casimiro, Consejera Internacional de Slow Food de Latinoamérica y el Caribe, Cuba: «El grupo Slow Food en Cuba ha llevado a cabo diversas acciones estratégicas para salvaguardar semillas, basadas en un profundo enfoque agroecológico y en las experiencias desarrolladas. Entre ellas, las fincas de las Fincas Slow Food son independientes en más de un 90% a la hora de conseguir y conservar semillas resilientes adaptadas a sus condiciones ambientales y socioculturales. Participan en intercambios de semillas entre agricultores y comunidades del país. Muchas de estas semillas se llevan a viveros comunitarios para la reproducción de plántulas y su distribución eficaz. También llevamos a cabo proyectos de colaboración internacional que promueven la creación de redes y ferias sobre agrobiodiversidad. Involucramos a las mujeres en la conservación de alimentos y la producción de semillas: la participación activa de estas mujeres y sus familias en la selección, experimentación, multiplicación y conservación de semillas constituye una alternativa viable para aumentar los rendimientos partiendo de una mayor diversificación de variedades. Hemos catalogado 52 productos en el Arca del Gusto de Cuba, el catálogo más grande del mundo de biodiversidad cultural y tradicional relacionado con el alimento y la agricultura creado por Slow Food, e identificado nuevos productos que deberían salvaguardarse, como, entre otros, malanga morada, miel de abeja melipona, cerdo criollo, yuca y patata agroecológica».
Sudáfrica
Melissa de Billot, Consejera Internacional de Slow Food para la Biodiversidad, Sudáfrica: «Como agricultora suburbana de huertos, llevo muchos años cultivando mis propios alimentos y aprendiendo a guardar mis propias semillas. Desde que empecé a trabajar en el Arca del Gusto, el catálogo más grande del mundo de alimentos en peligro de extinción, me puse a recolectar semillas tradicionales sudafricanas raras en peligro de extinción, como el Maíz Multicolor — Rainbow Maize (ahora Baluarte de Slow Food, es decir, un proyecto de Slow Food que reune a productores y les ayuda a llevar a cabo su inestimable trabajo gracias al apoyo técnico, las actividades de promoción y los intercambios con los expertos). Otras semillas del Arca del Gusto que estamos intentando salvar son la Calabaza Witboer, Nastergal, Pepino Astado Africano Mokopane, judías jugo, Limón Cape Rough , junto a caupí, habas dobles, sorgo, mijo. Estas semillas se están distribuyendo entre los agricultores y productores domésticos en la región para empezar a expandirlas y contar las historias de estas semillas con la esperanza de reavivar el interés por los productos tradicionales. Mi huerto, The Seed Studio, ha sido reconocido como finca de Slow Food Farm. Espero que a través de la red de fincas de Slow Food Farms podamos expandir la campaña para salvar semillas, formando a agricultores y productores de alimento para que puedan salvar sus propias semillas y crear bancos comunitarios de semillas. Esto es clave para dar rienda suelta a la capacidad de la biodiversidad en la agricultura».
Rumanía
Claudia Rânja, Slow Food Târgu Mureș, Rumanía: «Empecé a cultivar mi amor por las semillas en el otoño de 2016 cuando estuve de voluntaria en el Foro Nyéléni por la Soberanía Alimentaria, celebrado en Cluj-Napoca, Rumanía. Así, en la primavera de 2017, comencé mi andadura como jardinera, en tierra prestada, con 32 semillas campesinas diferentes, de polinización abierta. Y desde entonces, mi biblioteca de semillas (a la que he llamado FLORA, como mi madre) ha ido creciendo hasta alcanzar casi mil semillas diferentes de polinización abierta. Cada año, cultivo una gran variedad de plantas anuales junto a numerosas plantas perennes que he plantado durante los últimos ocho años, utilizando prácticas agroecológicas y un enfoque agroforestal para aportar equilibrio y resiliencia al espacio del huerto, proporcionando cobijo para muchas criaturas y comida abundante . A principios de cada año, planifico la temporada de cultivo, teniendo en cuenta qué semillas tengo y/o quiero multiplicar y guardar (entre 70 y 100 semillas diferentes por temporada) para poder mantener viva mi biblioteca de semillas. Comparto las semillas que me sobran sobre todo con los huertos escolares de Slow Food en Târgu Mureș y con otros proyectos educativos que involucran a niños y a otros guardianes de semillas».